Primer sábado de agosto. La panorámica me acompaña desde hace once años. La arboleda, interminable túnel en mis caminatas. Los personajes de La sed del ojo aparecen y se fugan en el color de los caminos. Una entrada para la West Eastern Divan Orquesta, un telón que se abre, un sueño roto en una mirada perdida, una medusa sobre la cabeza. Más tarde la noche me envuelve en mi destino, alzo la vista, la luz proyecta mi sombra. Una ráfaga de sombra elegida entre tantas otras sombras. El final es Atahualpa, que quiere un caballo negro y unas espuelas de plata.